Contra las categorías durísimas (del arte)

06.09.2023

Algunos gritan fuerte ¡Vengan, vengan, acá hay una obra para las infancias! tildando las cuatro letras del para, cosa de que escuchen adres y lleven sus billetes al teatro. Si llevan nenes es accesorio.

Desconf´ío profundamente de cualquier arte para infancias y para adolescencias que se concibe en torno a su público, que cierra su ámbito a los grupos etarios. Mas aún con las segundas, acá en un kairós bendecido con lo múltiple y lo variopinto, con productos culturales al alcance de cualquiera, no sólo vía internet. Los pube/adolescentes, de mi generación en adelante, chocamos de frente con cosas que no estaban pensadas para nosotros, y sobrevivimos, lo cual no anula (al contrario, pide a gritos) una guía, en el durante o el después, sobre eso que irremediablemente conoceremos; he ahí mi deseo felizmente deseado de más y más ESI. 

Pero no es de política el tema que me trae frente a la pantalla; es de cultura. En la formación cultural las guías pueden hacerse a un lado. Hoy, no podemos seguir pretendiendo que la infancia y adolescencia sea protegida en un castillo inexpugnable donde lo más osado sea Heidi. Se puede apostar a la dulzura y la magia, pero con inteligencia, y quizás yendo más con ella hacia el adultaje, que anda más en falta de ella.

Ah, esto me recuerda a las visitas guiadas de nenes al museo de Xul Solar...

Ejemplo concreto: ¿Es Harry Potter literatura para juventudes fabricada, empaquetada y llevada a su mesa desde ese objetivo? Hay quien ve las etapas de la vida como fases al modo de la oruga: cambios radicales que abandonan lo anterior. En mi caso creo que es más al modo de la luna: sólo ganamos más claridad, pero siendo lo mismo y quizás regresando cada tanto a lo anterior. Lo trágico del primer punto de vista es que lo consumido allí era una fase, entonces Harry Potter fue una fase, y si se retoma no es más que como una nostalgia. Allí la infancia es algo a superar, ergo, algo inferior. Puedo adscribir al segundo punto de vista porque mi primer libro fue La Odisea, y jamás de los jamases la veré como algo a superar. ¿Quién sería capaz? 

Conozco cuatro lectoras fanáticas de Harry Potter en sus años juveniles, y ninguna sintió el empuje para ser lectora hoy. Quizás no es culpa de ellas, ni de JK, sino en el packaging y su vendedor.

Pasemos a artes más nuevos. Cuando era chico, maljugaba al Age of Empires y bienviajaba por la historia universal; en las pausas llenaba de o me llenaban con plomo en el Counter Strike; diría que más de lo segundo. Más asustadizo que los demás, temía a la aparición de Goro y Shang Tsung, a los monstruos del Half Life, y aun así iba, intuyendo que temer, temeré a los 6 y a los 53. En el animé, disfruté en el solaz de solo dos series: Digimon y Samurai X, muy serias, y con un grado de tragedia enorme, y aun así iba, intuyendo que llorar, lloraré a los 9 y a los 38.  

¿Y la músicas? Vimos nacer Babies Go Metallica sin que nadie pudiera detenerlo. Si querés relajar a un nene, que escuche lo que vos escuchas para relajarte, amigazo. María Elena Walsh quizás fue por los más chicos, pero en el camino su oleaje nos llevó a todos por igual, y ahí está el milagro.

Pensaba estas cosas mientras volvía caminando de una magistral charla que dieron en mi barrio María Inés Falconi, Amaranta Leyva y Suzanne Lebeau, pléyades en la dramaturgia general, por más que quieran incluir para infancias con urgencia. En la práctica, estoy seguro, adres salen de sus puestas con las almas hinchadas, tanto como sus hijes. Y la misma Suzanne citó a su El ruido de los huesos que crujen, en la que investigó y fue hacia el mismo niñaje para que este pronunciara su derecho a saber sobre los niños soldado, sobre el SIDA, sobre las contradicciones del mundo.

Puedo concluir que hay arte que sólo será privativo de las distintas épocas de la vida, pero debemos encontrar en ella el contenido definitorio, no el entretenimiento casual; porque en el primero se esconde el trampolín a lo demás. El riesgo es alto: caer en el vacío consificador, en el congelamiento glacial de nuestro desarrollo artístico, que es derecho humano, y no bien de lujo.

¡Bienvenido Minecraft, El Principito, la segunda parte A Gift From a Flower to a Garden de Donovan! ¡Bienvenido todos los que ven las categorías sin endurecerlas a su extremo!


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